16 junio 2011

Noche oscura del alma

Místicas hay en casi todas las religiones, supongo, y vendrían a ser como la culminación de su mensaje ultra terreno, el no va más de la espiritualidad, un proceso por el que el alma, se ‘escapa’ del cuerpo y alcanza una unión con Dios o un ‘todo’ inaprensible y deslumbrador. Pero precisamente esa ubicuidad cultural: la mística cristiana, el sufismo islámico, la cábala judaica, el nirvana hindú, el trance animista; es la que me hace sospechar la existencia de un sustrato biológico común. Quizá todo ello no sea sino la exacerbación de nuestro más fino logro evolutivo: la capacidad de ‘salir’ de nosotros mismos y contemplar el mundo ‘desde fuera’. De efectuar metarepresentaciones del mundo que nos ayudan a comprenderlo y, lo realmente importante para la supervivencia: a predecirlo. Una capacidad que costo eones desarrollar a nuestro sistema cerebral. Así, solo habría que ‘sobrecargarlo’ un poco, para obtener una experiencia mística. Pero, ¿cómo hacer tal cosa? El repertorio, en general, es bien conocido en todas las culturas: ingesta de drogas, giros vertiginosos, repetición obsesiva de sonidos, privaciones sensoriales, abstinencia sexual, auto castigos corporales, etc, etc...

Quizá por ello, la excepcionalidad de los individuos con capacidad mística, a pesar de lo ubicuo de su concepto, apunta a otro carácter que, sibilinamente, siempre va adherido a la mística: su aire de anormalidad, de marginalidad, de ‘locura’ por así decirlo. Realmente, los místicos de cualquier religión, en general, aunque tolerados, no son bien vistos por sus jerarquías respectivas y la mayoría de las veces son considerados, más como un peligro o una fuente de conflictos, que como un ejemplo práctico a seguir.

En este sentido no cabe la menor duda que la identificación ‘mística’ que hace San Juan de la Cruz (y otros místicos cristianos) entre el clímax de la unión sexual y la plenitud de la unión del alma con la divinidad, tuvo que constituir un perturbador ‘trágala’ para las ascéticas y represoras jerarquías eclesiásticas de la contrarreforma. Siempre que oigo esta ‘Noche oscura’ o el ‘Gocémonos amado’, no puedo dejar de pensar lo que de bellísima celebración del amor terrenal tienen esos versos para el común de los mortales, por mucha ‘simbología mística’ que el bueno de San Juan quisiera echarle al asunto.

Finalmente, también me sorprende que algún cantante actual, en su sano juicio, tenga la humorada de musicar y adaptar estos poemas para el circuito comercial. Más aun me sorprendió cuando descubrí que concretamente este poema de San Juan, lo fue al menos por dos músicos de renombre, de procedencias y estilos tan diferentes como Amancio Prada y Loreena McKennitt (en traducción inglesa). Aquí les dejo la transcripción del poema y las versiones musicales de ambos. Que aproveche (y perdón por el rollo publicitario).



En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.



Upon a darkened night
the flame of love was burning in my breast
And by a lantern bright
I fled my house while all in quiet rest


Shrouded by the night
and by the secret star I quikly fled
The veil concealed my eyes
while all within lay quiet as the dead


Upon that misty night
in secrecy, beyond such mortal sight
Without a guide or light
than that which burned so deeply in my heart


That fire t'was led me on
and shone more bright than of the midday sun
To where he waited still
it was a place where no one else could come


Oh night though was my guide¡
oh night more loving than the rising sun
Oh night that joined the lover
to the beloved one
transforming each of them into the other

Within my pounding heart
which kept itself entirely for him
He fell into his sleep
beneath the cedars all my love I gave


From o'er the fortress walls
the wind would brush his hair against his brow
And with its smoothest hand
caressed my every sense it would allow


I lost myself to him
and laid my face upon my lovers breast
And care and grief grew dim
as in the mornings mist became the light
There they dimmed amongst the lilies fair





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