03 febrero 2013

Decíamos ayer... La deuda griega

No. Por esta vez no vamos a hablar de la vergüenza política y económica que, como aquel fantasma de antaño, hoy recorre Europa. Pero al oír hablar, tantas y tantas veces en los últimos meses, de la traída y llevada deuda griega, no puedo dejar de considerar que hay muchas clases de deudas. Unas se pagan, otras no y algunas son absolutamente impagables. A veces las deudas son tan monstruosas que ni las personas, ni los pueblos que las contraen, nunca serán capaces de satisfacerlas. Pero, al menos, conviene que ni el deudor, ni el acreedor, lo olviden. Y a veces esos papeles no están tan claros como parece.
Esta entrada se publicó en mayo de 2007 con el título original de "Las lágrimas de la Historia".
Arvoles yoran por luvyas
I muntanyas por ayres
Ansi yoran los mis ojos
Por ti, kerida amante
Torno i digo: ke va ser de mi
En tierras ajenas yo me vo murir

 
Romanza tradicional sefardí

   
P (LT.C. Brookhart U.S. Army:): ¿A cuántos judíos en total se reunió y envió desde Grecia?
R (Dieter Wisliceny NDAP SS): Había más de 50.000 judíos; creo que se evacuó a unos 54.000 de Salónica y Macedonia.
P: ¿En qué basa usted su cifra?
R
: Leí un informe detallado de Brunner dirigido a Eichmann una vez se completó la evacuación. Brunner se fue de Salónica a finales de mayo de 1943. Yo no estuve en Salónica entre primeros de abril y finales de mayo, así que Brunner llevó a cabo la acción solo.

P: ¿Cuántos transportes se utilizaron para enviar a los judíos desde Salónica
R: Entre 20 y 25 trenes de mercancías.
P: ¿Y a cuántos se envió en cada transporte

R: Había al menos 2.000, y en muchos casos 2.500
P: ¿Cuál fue el destino de estos transportes de judíos desde Grecia
R: Auschwitz en todos los casos.
P: ¿Y qué se hizo finalmente con los judíos enviados a Auschwitz desde Grecia
R: Fueron enviados sin excepción a la llamada "solución final"
P: Cuando dice usted que a los judíos llevados a Auschwitz se les aplicó la "solución final", ¿a qué se refiere?
R: Con eso me refiero a lo que Eichmann me había explicado usando el término "solución final", es decir, que fueron destruidos biológicamente. Por lo que sé de las conversaciones que mantuve con él, esta aniquilación tuvo lugar en las cámaras de gas y los cuerpos fueron después destruidos en los crematorios.

Actas de los juicios de Nüremberg.  Vigésimo sexto día. Jueves, 3 de enero de 1946
 
El esplendoroso sol primaveral que lucía en la calle, el primero desde hacía casi 20 días, no invitaba a oír una conferencia, aunque el fresquito del aire acondicionado que ronroneaba en la sala paliaba un tanto la tentación de salir a pasear al frescor de los jardines exteriores. Se inauguraba el II Ciclo de Cultura Sefardí, y en la mesa se sentaban dos figuras de altura en los estudios sefardíes actuales: la profesora Alisa Ginio de la Universidad de Tel Aviv y la profesora Rena Molho de la Universidad Panteion de Atenas. Ya desde la presentación de sus intervenciones, el relajante y musical acento judeo español de Moshe Shaul,  vicepresidente de la Autoridad Nacionala del Ladino de Tel Aviv, con su bonachón aspecto de abuelito contador de cuentos (“…aqueste çiclo que ainda comença…”) nos hacia ir olvidando poco a poco el placentero solillo primaveral del exterior e irnos sumergiendo  en un mundo excitante, una especie de mágica resurrección del castellano medieval en un tiempo casi perdido en la bruma de la memoria histórica. Ibamos a centrar nuestra atención, un año más,  en la apasionante historia del éxodo de los españoles de etnia judía decretado por los reyes católicos en 1492, su constitución como grupo social, su cultura y su periplo por los pueblos y costas del mediterráneo.
 
Después de las protocolarias presentaciones, la profesora Ginio, en su impecable castellano, centró en el espacio nuestra posición mental mostrándonos, en un prodigio de claridad expositiva, la procedencia interna y los flujos migratorios de los aproximadamente 200.000 judíos que salieron de España entre 1492 y 1512. Sin una sola diapositiva de PowerPoint, ni siquiera un puntero laser, con la sola expresividad de su voz y el orden implacable de su exposición, los allí presentes seguimos a la perfección, como en un viaje de ensueño, la expansión de la comunidad sefardí desde  sus orígenes en Castilla, Galicia o Andalucía hasta Marruecos, Sicilia, Grecia, Ismir o Estambul. Apenas recuperado el aliento, tomaba el relevo la profesora Molho para profundizar en la historia de una de los colectivos tradicionalmente más grandes e influyentes de la comunidad sefardí hasta el siglo XX: la que habitaba en la próspera ciudad de Salónica a orillas del mar Egeo.
 
Molho, nacida ella misma en Salónica y sefardí, por supuesto, en un gracioso castellano más parecido al ladino de Moshe Shaul, fue desgranando la habitual conferencia científica, con su despliegue de datos estadísticos, secuencias de fechas, sucesiones dinásticas y crisis políticas e incluso acontecimientos espectaculares como el gran incendio de Salónica a principios del XX.  Así nos enteramos de que Salónica era una ciudad en la que casi 100.000 personas hablaban judeo español, que esta lengua se convirtió en la lingua franca del comercio marítimo del Egeo y que más de 30 barrios diferentes con nombres como Kal Kastiya, Kal Aragon, Kal Katalán tenían sus propias sinagogas, leyes y servicios sociales de un nivel totalmente inusitado para la época. Todo resultaba muy interesante, y después de casi una hora, la conferencia llegaba a su final, cuando la profesora comenzó a hablar de la conquista alemana de Grecia en 1941. Todos observamos como su voz se hacía más pausada, y aumentaban también sus errores de pronunciación o sus balbuceos luchando con algunas palabras, y todos lo atribuimos al largo, y sin duda fatigoso para ella, tiempo de la exposición.
 
Pero, poco a poco, según iba detallando las acciones de la administración alemana en Salónica: la creación del gueto judío, la obligatoriedad de llevar un distintivo en la ropa, las primeras ejecuciones masivas…, una espesa sombra se fue posando sobre todos los asistentes. Un nudo empezaba a enroscarse en las gargantas, cuando explicó cómo se obligó a los ancianos del consejo sefardí a elegir a los que serían deportados en trenes de ganado, cómo se destruyeron barrios enteros con sus habitantes dentro. Finalmente, Rena calló un momento.  En medio de un silencio que se podía cortar con un cuchillo, sostuvo  sus papeles en la mano temblorosa, nos miró un segundo, y apartándolos a un lado, dijo con un hilo de voz: “en fin… hay muchos datos del mismo tipo”. Tomando la hoja final se dispuso a leer la última línea de su conferencia: “De los apenas 50.000 sefardíes que quedaban en la ciudad de Salónica en 1942, unos 48.000 fueron deportados a Auschwitz, de los cuales…” Aquí esa voz, definitivamente, se quebró. Calló de nuevo, mirando fijamente a la mesa. Después de unos instantes, cuando levantó la cabeza hacia el auditorio, ninguno pudimos ver ya a la profesora  de la Universidad de Atenas. Las cifras, las estadísticas, la precisión científica, habían sido barridas por lo que todos con nitidez imaginamos: la sonrisa de un abuelo, la foto gastada de un tío, el recuerdo de un hermano, el desgarro de un padre. Carraspeó, y sin dejar de mirarnos terminó con voz ronca: “… de los cuales, apenas regresaron 1.500. Muchas gracias”.
 
A pesar del estruendoso aplauso que resonó acto seguido y las palmadas afectuosas de Moshe Shaul, todos y cada uno de los allí presentes pudimos ver en aquellos ojos claros, las tristísimas lágrimas con que se escribe la Historia.

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