"Mariabadgirl" era el nick de una chica bloguera, una de las primeras adolescentes que conocí en la red allá por el año 2005. Como siempre suele pasar en este mundo virtual, no tengo demasiados datos de ella: Se llamaba María, debía tener alrededor de 20 años, vivía en Barcelona y estudiaba los primeros cursos de una carrera que nunca supe muy bien cual era. Fin de los datos. El blog de María era del tipo tardo-adolescente y nivel medio, o sea: no totalmente lleno de xq, kes y kas, corazones chispeantes y letras de canciones pop, pero tampoco de la altura literaria y/o emotiva de otros, que vendrían después. Intercambiamos varios comentarios en nuestros respectivos espacios, y justo cuando mi interés empezaba levemente a superar el nivel de la amabilidad bloguera… ¡plaf! ¡María desapareció! Total y absolutamente. Su blog, cuyas entradas llegaban con facilidad a los 80, 90 comentarios (recuerdo una ¡con 178!) se esfumó un día sin más. Nunca supe de ella, ni volví a leer ningún escrito suyo. Ella fue mi primera desaparición bloguera y la he recordado por ello muchas veces con una cierta melancolía.
Pero tenía algunos destellos la chica, y mi recuerdo esta vez se centró en un pequeño poema original que publicó en una de sus entradas. El poemilla producía una impresión muy sensual, (siendo sinceros… ¡era bastante tórrido! Jajaja). Mostraba muy bien esa peculiar mezcla de descaro, emotividad y nivel hormonal desmadrado tan característica de la adolescencia. Recuerdo que me gustó por la forma vehemente, pero al mismo tiempo elegante, de expresar un deseo erótico. Ahora siento profundamente no haber tenido la previsión de conservarlo, porque nada exacto recuerdo de él, así que tendrán que fiarse de mi criterio de que era interesante. Parte de su magia consistía en una curiosa peculiaridad: expresaba su pasión por un presunto amante exponiéndola en modo imperativo y con formas esdrújulas muy bien repartidas por el texto: “ámame”, “bésame”, “tómame”… y así “in crescendo” hasta culminar con otras que…, ejem…, no reproduciré aquí. La acumulación de esdrújulas, el ritmo sincopado y acelerado de su intensidad, junto a su acumulación física, ofrecía una preciosa metáfora de una oleada creciente de arrebato erótico que me resultó muy atractivo y así se lo expresé en un comentario a su post.
Lo curioso fue que, solo unos pocos días más tarde, leyendo casi al azar una antología poética, me encontré con un poema titulado “Oración” y que, para sorpresa mía, utilizaba la misma técnica de la acumulación de esdrújulas y con el mismo objetivo de sensualidad. No había comparación con el poemita de María: este era un poema de plena madurez, con una construcción sintáctica impecable y que, ofrecía un universo entero de sensaciones, matices e inflexiones en torno al anhelo de una presencia ajena, al deseo del otro. Sensaciones capaces de cambia con cada relectura o con situación anímica del que lee. Quedé fascinado con su belleza, y también ¡cómo no! con la percepción de la intuición de mi joven amiga al elegir una técnica tan sofisticada en sintonía con este autor. Recuerdo que no pude aguantar el deseo de comunicarle mi descubrimiento y se lo transcribí, contándole mis impresiones y acababa diciendo: “… el autor, al que no conozco de nada, es un tal Juan Gelman, argentino, creo…” .
En fin, como entiendo que esto no les haya interesado un rábano, y dado que se han tomado la molestia de llegar hasta aquí, terminemos con algo productivo: disfrutando con la emocionante poesía de Juan Gelman y, ¡claro…!, he elegido el poema “Oración” con el cual descubrí a este extraordinario poeta argentino."
Oración.
Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.
Con esta sed quemándome.
La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.
Juan Gelman. "Violín y otras cuestiones". 1956