29 marzo 2008

Divagaciones

Juan Gelman
Las manos de Juan Gelman. Fotografía de Daniel Mordzinski
Hay veces en que las divagaciones que se nos vienen a la cabeza parecen encadenarse de una forma casual llevándonos, como sin querer, de una cosa a la otra, de una palabra a una imagen, y de esa imagen a un recuerdo. Fingimos maravillarnos por ello, pero en el fondo sabemos que no es casualidad (casi nada es pura casualidad, ya se sabe…). Esta vez todo empezó con la reseña de la concesión del premio Cervantes 2007 al poeta argentino Juan Gelman. Al leer su azarosa vida personal y política, la durísima historia de los sufrimientos de su familia durante la dictadura argentina, sentía una extraña sensación de “deja vu” desacoplado. Y me explico: estaba casi seguro que había tenido alguna relación con Juan Gelman, (de ahí el deja vu), pero no fui capaz de descubrir ningún recuerdo reciente de esa poesía de carácter social y político que, a tenor de los textos y reseñas del artículo, yo le atribuía (de ahí el desacople). Después de darle unas cuantas vueltas a la mollera, me asaltó de pronto la palabra que, como la chispa que prende el fuego, desencadenó la catarata de recuerdos: “Maríabadgirl”.

"Mariabadgirl" era el nick de una chica bloguera, una de las primeras adolescentes que conocí en la red allá por el año 2005. Como siempre suele pasar en este mundo virtual, no tengo demasiados datos de ella: Se llamaba María, debía tener alrededor de 20 años, vivía en Barcelona y estudiaba los primeros cursos de una carrera que nunca supe muy bien cual era. Fin de los datos. El blog de María era del tipo tardo-adolescente y nivel medio, o sea: no totalmente lleno de xq, kes y kas, corazones chispeantes y letras de canciones pop, pero tampoco de la altura literaria y/o emotiva de otros, que vendrían después. Intercambiamos varios comentarios en nuestros respectivos espacios, y justo cuando mi interés empezaba levemente a superar el nivel de la amabilidad bloguera… ¡plaf! ¡María desapareció! Total y absolutamente. Su blog, cuyas entradas llegaban con facilidad a los 80, 90 comentarios (recuerdo una ¡con 178!) se esfumó un día sin más. Nunca supe de ella, ni volví a leer ningún escrito suyo. Ella fue mi primera desaparición bloguera y la he recordado por ello muchas veces con una cierta melancolía.

Pero tenía algunos destellos la chica, y mi recuerdo esta vez se centró en un pequeño poema original que publicó en una de sus entradas. El poemilla producía una impresión muy sensual, (siendo sinceros… ¡era bastante tórrido! Jajaja). Mostraba muy bien esa peculiar mezcla de descaro, emotividad y nivel hormonal desmadrado tan característica de la adolescencia. Recuerdo que me gustó por la forma vehemente, pero al mismo tiempo elegante, de expresar un deseo erótico. Ahora siento profundamente no haber tenido la previsión de conservarlo, porque nada exacto recuerdo de él, así que tendrán que fiarse de mi criterio de que era interesante. Parte de su magia consistía en una curiosa peculiaridad: expresaba su pasión por un presunto amante exponiéndola en modo imperativo y con formas esdrújulas muy bien repartidas por el texto: “ámame”, “bésame”, “tómame”… y así “in crescendo” hasta culminar con otras que…, ejem…, no reproduciré aquí. La acumulación de esdrújulas, el ritmo sincopado y acelerado de su intensidad, junto a su acumulación física, ofrecía una preciosa metáfora de una oleada creciente de arrebato erótico que me resultó muy atractivo y así se lo expresé en un comentario a su post.

Lo curioso fue que, solo unos pocos días más tarde, leyendo casi al azar una antología poética, me encontré con un poema titulado “Oración” y que, para sorpresa mía, utilizaba la misma técnica de la acumulación de esdrújulas y con el mismo objetivo de sensualidad. No había comparación con el poemita de María: este era un poema de plena madurez, con una construcción sintáctica impecable y que, ofrecía un universo entero de sensaciones, matices e inflexiones en torno al anhelo de una presencia ajena, al deseo del otro. Sensaciones capaces de cambia con cada relectura o con situación anímica del que lee. Quedé fascinado con su belleza, y también ¡cómo no! con la percepción de la intuición de mi joven amiga al elegir una técnica tan sofisticada en sintonía con este autor. Recuerdo que no pude aguantar el deseo de comunicarle mi descubrimiento y se lo transcribí, contándole mis impresiones y acababa diciendo: “… el autor, al que no conozco de nada, es un tal Juan Gelman, argentino, creo…” .

En fin, como entiendo que esto no les haya interesado un rábano, y dado que se han tomado la molestia de llegar hasta aquí, terminemos con algo productivo: disfrutando con la emocionante poesía de Juan Gelman y, ¡claro…!, he elegido el poema “Oración” con el cual descubrí a este extraordinario poeta argentino."


Oración.

Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.

Con esta sed quemándome.
La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

Juan Gelman. "Violín y otras cuestiones". 1956

21 marzo 2008

La pasión perdida



Y hacia la hora sexta, la oscuridad
cubrió la tierra hasta la hora nona;
y hacia la hora nona Jesús gritó:
“¡Eli, Elí, lama asbthaní"

Marcos 15,33

La impecable azafata nos miró sonriendo y abrió la puerta con un estereotipado aunque elegante gesto. Devolviéndole la sonrisa, pasamos al interior y al entrar lo primero que me impactó fue el tamaño de la estancia: era enorme, descomunal, abrumadora para mis estándares pueblerinos. Sorprendido, abrí los ojos de par en par para intentar abarcar todo aquel espacio, pero a pesar del esfuerzo, enseguida el olfato tomó el relevo de mi atención. Un cálido aroma a madera nueva, como de mueble recién comprado, se extendía por toda la impresionante sala, completamente revestida de planchas de cerezo desde el techo hasta el suelo, sin un adorno, ni un color, ni siquiera un saliente, con ese minimalismo casi zen tan en boga en la nueva arquitectura. La estancia refulgía con un difuso resplandor ámbar que parecía resbalar suavemente por las inmensas paredes de madera desde los focos escamoteados tras enormes paneles deflectores del sonido que, como únicos adornos, colgaban con tecnológica funcionalidad del altísimo techo. Allí, al fondo, el escenario de este nuevo y flamante auditorio Riojaforum, se sucedía sin solución de continuidad con el patio de butacas en el que poco a poco, con silencio casi religioso, íbamos tomando asiento los asistentes al evento

Y lo de religioso no iba del todo desencaminado en este día, aunque aquel sin duda era el lugar más alejado que cabria imaginar del que el autor concibió para la obra que hoy nos disponíamos a escuchar, porque la verdad es que la música sacra de Johann Sebastian Bach poco tiene en común con este ultramoderno auditorio, al que parecía sobrar un cierto elitismo snob y faltar quizá, esa recogida y sobria atmosfera espiritual de las congregaciones luteranas, para cuyos templos Bach escribía esta música. Pero la obra de este año tenía otro encanto añadido: no era una de las dos pasiones “oficiales” de Bach (la de San Juan o la grandiosa de San Mateo), sino una “rara avis”, una singular pieza musical de coleccionista: una de las dos “pasiones perdidas”: concretamente la de San Marcos (la restante, de San Lucas, se da definitivamente por desaparecida).

De la “Pasión según San Marcos” de J.S. Bach estrenada el Viernes Santo de 1713, sabemos que los manuscritos originales, vendidos por su hijo a la editorial Breitkpof, se perdieron definitivamente, en los bombardeos de Dresde durante la Segunda Guerra Mundial. Por fortuna se conservaron numerosas pistas bibliográficas y documentales sobre el “aspecto” musical y las partes de que constaba este oratorio, así como el libreto original del texto del poeta Christian Friedrich Henrici (Picander) que han podido dar lugar a varias reconstrucciones probables de su contenido. El musicólogo Wilhem Rust identificó con bastante certeza tres de las seis arias de la obra así como las corales iníciales y finales. El resto de las corales surgió de forma sencilla de la colección de corales que Bach empleaba habitualmente para este tipo de obras y sobre las tres arias restantes existen diversidad de opiniones, todas ellas igualmente válidas, sobre cuáles, de las recopiladas en las múltiples colecciones bachianas, encajarían mejor en la estructura de la obra. Pero lo que parece definitivamente perdido, es la música que acompañaba a los recitativos del evangelio. Ante esto los musicólogos A. Gomme y F. Clin optaron por adaptar los recitativos de la “Pasion según San Marcos” del compositor Reinhard Keiser, contemporáneo de Bach, y que este mismo dirigió al menos en tres ocasiones. Esta versión Bach – Keiser de Gomme y Clin es la que el "Conductus Ensemble" dirigido por Andoni Sierra iba a ofrecernos esta noche, que solo Dios sabe lo parecida que podría ser a aquella que sonó en el viernes santo de 1713, y cuyo decurso podíamos seguir perfectamente en todo su desarrollo, gracias al magnífico programa de mano con el texto bilingüe completo de la obra. Estos detalles no se dejan al azar en un sitio así, claro.

Puedo aseguraros que fue una experiencia fascinante: mientras escuchaba con el ánimo encogido el ¡Crucifícale! del coro 36, pensaba en lo poco que tenemos ya en común con el ambiente espiritual en el que esta obra se creó: entre aquel tiempo y nosotros se interponen varios siglos de Ilustración, racionalismo, empirismo, materialismo, laicismo y cientos de otros “ismos” que arrumbaron con aquel mundo aún recién salido del Medievo y en el que el relato religioso de estas obras no era sentido, u oído, como un acto cultural, o un refinamiento estético, sino como una genuina comunión espiritual con la divinidad. Como apunta Eugenio Trías en su monumental “Canto de las sirenas”, Bach fue prácticamente el último representante musical del “ancienne regime”. Pero esta idea no hacía sino aumentar la poderosa admiración que sentía por aquella música que me estaba emocionando hasta el punto de seguir con la sensibilidad a flor de piel, ese relato mil veces oído, mil veces repetido. Aunque no sentía ningún éxtasis religioso, el poderoso vendaval emocional que desataba en mí la música de Bach, aún era capaz de hacerme vibrar con intensa compasión por las negaciones de Pedro, con ira y frustración por el beso de Judas, con desolada amargura por el que muere sin entender el sentido de su muerte: “¡Eli, Elí, lama asbthaní!”. La indescriptible sensación de que aquel bellísimo sonido era un invisible hilo de pura emoción humana, que unía dos siglos, dos mentes, tan separados entre sí, como dos mundos en universos paralelos.

Quizá por ello, al finalizar el concierto, volvió a invadirme casi como cada año por esta época, una extraña fascinación por ese aspecto introspectivo de la experiencia religiosa. Una y otra vez durante estos días de la incipiente primavera, añoro ese retorno contemplativo hacia el propio interior quizá con la secreta, y probablemente vana, esperanza de descubrir allí algo que dé algún sentido al mundo exterior, que lo convierta en algo personalmente trascendente. Los desencadenantes siempre son diversos: algunos años han sido los susurrantes ritos benedictinos de algún monasterio remoto, otros el amanecer en el denso silencio de un profundo bosque aún invernal y otros, como este, el recogimiento en el abstracto recinto de una música intensamente espiritual. Pero siempre un mismo deseo, un mismo anhelo repetido: quizá poder reflejar en uno mismo el primaveral despertar a la vida, recuperar de alguna manera esa pasión perdida en algún rutinario bombardeo de alguna olvidada guerra cotidiana.

10 marzo 2008

Lo útil

Comentaba Javier Cercas hace unos meses en su artículo semanal de EPS, lo curiosamente denigrado que está el concepto de “voto útil” y cómo, en la mayoría de los casos, se lo suele tratar como un efecto perverso de la mecánica electoral, que fuerza la acumulación de votos en unas pocas candidaturas, hundiendo otras que quizá tendrían también mucho que aportar. Razonaba el bueno de Cercas, que a él por el contrario, tal cosa no le parecía nada del otro mundo, ya que en el fondo el concepto de “voto útil” no deja de ser un pleonasmo, pues ¿qué otra cosa podemos desear de un voto sino que nos sea útil? Así el sentido profundo de un voto “útil” vendría a ser, más que el deseo de que gane la candidatura que tú votas, el anhelo de que no gane la que detestas.

Y al hilo de esta reflexión, no puedo tampoco dejar de acordarme de otro artículo del EPS, esta vez de Javier Marías, hace un par de semanas, que se mostraba asombrado de que en una de las múltiples encuestas preelectorales de aquellos días, se hacía la siguiente pregunta: “¿A qué partido no votaría usted nunca?” Y resultaba claro “ganador” el PP casi con un 40% de las respuestas frente a un 14% del PSOE. Se escandalizaba Marías de que, ante un resultado así, los dirigentes de tal partido no se echaran las manos a la cabeza, pues no se trataba de una condena puntual, o circunstancial, sino de un rechazo tan visceral que los encuestados declaraban que no le votarían “nunca”, pasase lo que pasase. ¡Ahí es nada! Aunque el propio Marías hacía tema de su artículo el hecho de que la mayoría de los “nunca”, que pronunciamos en nuestra vida, suelen ser mas retóricos que reales, no dejaba de pensar yo en esta noche electoral, que en ese cupo de “antivotantes” de este o aquel partido, se encuentra la principal cantera del voto útil. Y es que, en el fondo, siempre nos es más fácil identificar con sinceridad lo que detestamos que lo que deseamos, ya que esto suele ser algo amplio, difuso y cambiante, mientas que de lo primero solemos tener una más firme y mejor opinión.

Recordaba esos artículos casi clarividentes y las reflexiones que en su día me provocaron, según iban desgranándose los resultados de una jornada, en la que resulta palmario y manifiesto que el voto útil había sido llevado al paroxismo, hasta formar ese famoso “tsunami” de Gaspar Llamazares que, como primera consecuencia, se lo ha llevado por delante a él y a buena parte de su formación política. Y lo recordaba porque pese a lo que diga Cercas el voto útil, como el mío de esta vez, y tantas otras anteriores, siempre me produce una íntima desazón, una insatisfacción difusa. A pesar de que pueda suceder, como ahora, que el resultado en general, concuerde con mis expectativas “utilitaristas”, me deja con el regusto de que no he hecho lo que de verdad deseaba, o lo que realmente debía hacer, lo cual como todos mis improbables lectores sabrán, es una de las sensaciones más desagradables con las que uno pueda irse a la cama.

No. No me gustan los bipartidismos; creo que son perniciosos para la vida política y empobrecedores para la sociedad en general. Algo así como pueda serlo la biodiversidad para la naturaleza, y además exactamente por el mismo motivo: si en una de estas, las cosas vienen mal dadas, nos cae un meteorito, y nadie es capaz de dar con la respuesta de supervivencia, ¿a dónde iremos a buscar soluciones alternativas? No es que sea yo defensor de un sistema “a la italiana” en el que la atomización partidista de las instituciones las hace ingobernables y por tanto proclives a toda suerte de mafias, pero es que esta hosca bipolarización de la política a muchas personas de mi generación nos levanta los pitorros de alarma: demasiadas similitudes semánticas e ideológicas con aquellas tristemente celebres “dos Españas” que ya creíamos (¡bendita inocencia de la juventud…!) muertas y enterradas.

Poco a poco, vemos con tristeza como se agosta el campo fértil en ideas del pluralismo político de la transición, para quedar reducido a un secarral en el que continuamente se repiten hasta la saciedad dos discursos siempre idénticos a sí mismos (hasta el propio doble debate electoral televisivo parecía una burla por su idéntica repetición) y llegamos al extremo de que se reproche el diálogo o la negociación política como si de vergonzosas actividades se tratara, o se denigre el hecho de ceder en las propias posiciones como si tal cosa fuera una infamia indigna del “honor patrio”. Se nos olvida que el consenso, la negociación, el mutuo abandono de intransigencias, fue el alma de la transición y lo que nos salvó (¡por una vez en la historia…!) de una debacle anunciada.

¡Y para colmo de males, el único partido que aparece nuevo en el panorama, es anunciado a bombo y platillo por sus líderes como un partido anti-algo en lugar de pro-algo, como habría de ser para considerarlo un rayito de esperanza..! En fin… que me da la impresión que no vamos a ver, al menos en esta legislatura, nada muy interesante, ni muy ameno en el debate político que se aleje de dos loros repitiendo ciegamente el mismo discurso una y otra vez. ¡Dichosos (políticamente) los que vivís en Madrid o Barcelona ya que al menos os libráis, en parte, de la tiranía del “voto útil” (o más bien de la del “voto inútil”) y podéis dedicarlo a promocionar aquellas opciones que mas os convenzan de verdad! Como decía en sus debates el señor ZP: “Adiós y ¡suerte!”. Lo cual oído decir de un candidato hacia sus electores (aunque sea el tuyo por reducción al absurdo) , no deja de ponerle a uno los pelos como escarpias…