15 abril 2011

Déjà lu

A ver... no es que vaya a titular todas mis nuevas entradas en francés. Es que para esa conocida sensación de algo ya vivido en algún otro momento, existe esa frase hecha que difícilmente encuentra un equivalente preciso en nuestra lengua: déjà vu, lo ya visto. Aunque hoy, en concreto, más bien quería referirme a una pequeña variante suya, a su correlato lector: la sensación de que algo que estamos leyendo, ya lo hemos leído en otra parte, en otro libro, en otro contexto. De ahí el lu,’ leído’, déjà lu:’ lo ya leído’.

Recordé esa sensación mientras escribía mi entrada anterior sobre el olvido de los libros que hemos disfrutado muchos años atrás. Se me ocurrió que, algunas veces, aunque los contenidos desaparezcan de nuestra mente consciente, puede que no lo hagan de la parte inconsciente, al menos no del todo, y creo que eso provoca que, de vez en cuando, nos acometa esa incomoda sensación de repetición que, además, rara vez conseguimos identificar cabalmente. Pero como esas identificaciones, aunque raras, existen, he traído hoy un par de ellas de muestra para compartir en plan de curiosidad. El primer caso son unos pasajes de dos libros aparentemente muy dispares: ‘2666’ de Roberto Bolaño y ‘Las benévolas’ de Jonathan Littell. En el primero de ellos hay un episodio en el que uno de los personajes, el soldado alemán Reiter (quien después adoptaría el famoso nombre de Arcimboldi) combatiendo en Rusia, tiene un sueño en el que:

“…para escapar de los rusos se arrojaba al arroyo y tras nadar [..] llegaba al Dnieper y soñó que se sumegía en el rio y se dejaba arrastrar por la corriente […] de esta guisa recorría kilómetros y kilómetros de rio […] y el fondo del rio era como una calzada de piedras, de vez en cuando veía cardúmenes de peces pequeños y blancos y de vez en cuando se topaba con un cadáver ya sin carne, solo los huesos mondos, y esos esqueletos lo mismo podían ser de alemanes que de soviéticos, no se sabía, pues las ropas se habían podrido. […] A veces pasaba debajo de pontones militares y veía las sombras ateridas de los soldados en la noche . […] Por fin Reiter se acercó a la orilla tumbándose en la arena, [descubriendo] la mitad del cuaderno pegado a su ropa o su pellejo".

Por su parte protagonista de ´Las Benévolas’ el teniente alemán Maximilian Auge, hacia el final de su aventura soviética, y atrapado en el infierno de Leningrado, escapa de él en un pasaje surrealista que no se sabe muy bien si es una secuencia real o un sueño febril de herido en el que:

“… tomando aire a fondo, me sumergí [en el Volga…]. La corriente rápida formaba torbellinos que me trasladaron a gran velocidad bajo el hielo. Pasaban junto a mí toda suerte de objetos [… ]caballos, peces grandes y casi planos que comían desperdicios, cadáveres rusos con el rostro hinchado, ceñidos en sus capas pardas, retazos de ropa y uniformes […] seguí nadando dejando atrás pontones hundidos y llenos de jóvenes hermosos sentados en fila, con el arma aun en las manos. […] Al fin hice pie y salí del agua. En aquella orilla la playa era de arena fina […] Me hurgué en el bolsillo de la guerrera y saqué el paquete de cigarrillos, pero estaban empapados. La ropa mojada se me pegaba a la piel".

Sorprendente identidad temática, pero también contextual e incluso narrativa pues estas situaciones, en parte reales, en parte oníricas, son las que permiten a sus protagonistas salir aunque sea solo emocionalmente del infierno de la guerra.

El segundo ejemplo es de un par de obras más cercanas entre sí y también a nosotros por su contenido y argumento. Se trata de ‘A sangre y fuego’ de Manuel Chaves Nogales y ‘Toda la noche se oyeron pasar pájaros’ de José Manuel Caballero Bonald ambientadas en la guerra civil española o su inmediata posguerra. En este caso la coincidencia se da entre situaciones de una de las narraciones de la colección de Chaves, la titulada ‘La gesta de los caballistas’ y del capítulo III de la Segunda Parte de la novela de Caballero. En ambas una partida de caballistas mandados por un noble terrateniente se dedica a cazar como alimañas en sus tierras a los republicanos huidos tras la derrota. En este caso más que coincidencias textuales se trata de situación: terrateniente, hijos, servidores lacayos, partida a caballo, muerte de un desharrapado inocente, impunidad chulesca. Dice Chaves:

“El señor marques, a caballo en el centro del patio, presenciaba como se ponía en marcha su tropilla. Sus hijos le daban escolta mientras el aperador y el manijero, sus lugartenientes, iban y venían resolviendo las dificultades que a última hora se presentaban”.
[...]
“El ruido de un disparo cortó en seco la charla. Uno de los guardas jurados que iba en vanguardia estaba con la escopeta echada a la cara y el otro espoleaba su caballo para ir a cobrar la pieza. […] El tiro del guarda le había dado en la espalda y el cuello, de donde, por la piel reventada, le brotaban unas ampollitas de sangre".

El equivalente en Caballero (expurgando un tanto su barroca prosa, bien alejada de la concisión periodística de Chaves) sería:

“Don Fermín atravesó los porches […] y se reunió con los que esperaban. Eran tres y vestían cazadores de elegante remedo campesino […] Entraron en la habitación del fondo y don Fermín sacó dos cananas repletas de cartuchos y dos escopetas […] Siguieron luego juntos por el traspatio y se unieron a los otros patrulleros que allí estaban. Los siete caballos aparecían agrupados bajo la techumbre”.
[...]
“La alarma cundió en la patrulla y cinco jinetes se abalanzaron sobre la inesperada presa. […] Pero el huido no se detuvo ni aun después de que Ambrosio disparara al aire […] El caballista que había estado apuntando con holgada pericia desde un primer momento […] alcanzó al fugitivo de un tiro en la oreja".

Quede bien entendido que lo aquí expuesto se trata más bien de una curiosidad libresca y que en ningún momento se puede hablar, ni remotamente, de plagio, préstamo o algo parecido (en el caso de Chaves y Caballero, por identidad de origen y tema, pudiera haber un conocimiento común de un hecho real). Cada uno de los autores interpreta y describe las situaciones con su peculiar estilo y los precedentes y consecuentes de los pasajes escogidos son bien distintos. Solo el déjà lu que nos provoca es lo que tienen verdaderamente en común todos ellos. ¿A Vds. no les ha pasado nunca?

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