04 abril 2011

Deciamos ayer... Arenas de Libia

A pesar del título y de la actualidad, esta entrada no tiene nada que ver con Gadafi ni la OTAN, sino con la poesia actual y lejana. Forma pare de la serie 'Deciamos ayer' de textos recuperados de los Spaces de Microsoft y se publicó originalmente el 03 de marzo de 2007. 



Quaeris quot mihi besiationes
tuae, Lesbia, sint satis superque.
quam magnus numerus Libyssae arenae

Cayo Valerio Cátulo. Poema VII


Es curioso como ciertos pequeños sucesos se asemejan, a veces, a inesperadas perturbaciones que agitaran ese estanque del inconsciente colectivo de la humanidad. Parecen formar a modo de ondas emocionales, o intelectuales, que se propagan después, amplificándose, a través de los siglos sin que acertemos a saber la causa exacta de por que fue ese suceso y no otro el que atrae, como un poderoso imán, las sensibilidades o las inteligencias mas despiertas de cada época. Así, poco se imaginaba la buena (en más de un sentido, por lo que parece) Clodia Pulchra, patricia romana cuya única ocupación conocida era ponerle los cuernos lo más eficientemente posible a su marido, a la sazón gobernador en una Galia muy, muy, lejana (la Cisalpina, para ser exactos), que la pasión que iba a despertar en uno más de sus múltiples y efímeros amantes, un estudiante recién llegado a Roma llamado Cayo Valerio Cátulo, sería el origen de una serie de poemas amorosos cuya influencia se iba a extender sobre innumerables gentes, y en una infinidad de lenguas extendidas a lo largo y ancho de los siglos y los continentes.

Clodia, como cualquiera de los que mariposean de persona en persona buscando rápidas satisfacciones, poco tardo en cansarse de nuestro poeta y este, que probablemente tenia las ideas 'poco claras' respecto a lo que podía esperarse de una relación como esa, sufrió lo indecible con sus veleidades, explorando hasta la saciedad esa amarga sensación de fluctuar entre el amor y la súplica un dia, y el odio y el rechazo al siguiente. “Odio y amo ¿Cómo es posible?, preguntarás acaso / No lo sé, pero así lo siento y esa es mi cruz”. Cátulo murió a los 33 años sin llegar a salir del profundo pozo en el que le hundió el amor por Clodia, y el centenar escaso de poesías amorosas que en ese tiempo escribió para ella, bajo el apelativo de Lesbia, son reputadas como algunas de las mas bellas e intensas de todos los tiempos.

Ya vimos, analizamos (y polemizamos…), largamente en su en su día, sobre la influencia de Cátulo en uno de nuestros grandes poetas contemporáneos, confeso admirador suyo: Jaime Gil de Biedma, el cual encabezaba su bellísima 'Pandémica y Celeste' con ese fascinante verso del poema VII de Cátulo: “quam magnus numerus Libyssae arenae…” (tantos como las innumerables arenas de Libia… refiriéndose a los besos que de su amada necesitaba: "mihi besitationes tuae, Lesbia…"). Hoy me he encontrado con otro poema, de otro autor, en otro idioma (aunque idioma también de casa): Angel Erro y su turbador 'Tiempos heroicos nº 7'. ( ¡7! ¿Será casualidad..?) Pet Shop Boys y Cátulo mezclados (que no revueltos) en un eco poético que recorre los siglos para un único sentimiento inmutable: amor y deseo intimamente entrelazados, ferozmente complementarios.




Garai heroikoak (7)

Edan gabe ligatzeko ez naiz gai,
esaten didazu, Nako, edanda
hamabost poeta datozkit lagun
(You only tell me you love me when you're drunk
Pet Shop Boys-en kanta gogoratu zait
edo jarri dute kasualitatez).
Katuloren poemak hasi zara
begi hertsiekin errezitatzen.
Edanda zaude, bestela bai zera.
Emazkidazu ehun, mila musu,
oraindik gehiago. Esan adina
balira (begiak ireki gabe),
Katuloren txoritxoa nizuke
-berriz bizirik- eskura emanen

Tiempos heroicos (7)

No soy capaz de ligar si no bebo,
me dices, Nacho; pero si he bebido,
quince poetas vienen en mi auxilio
(recuerdo, o casualmente están pinchando,
aquella canción de los Pet Shop Boys,
You only tell me you love me when you're drunk).
Y tú empiezas a recitar poemas
de Catulo, con los ojos cerrados.
Estás muy bebido; si no, de qué.
Dame mil besos, dame cien mil besos,
no lleves la cuenta. Si fuesen tantos
los besos (y tú no abrieses los ojos),
yo te pondría el gorrión de Catulo
en la mano. Vivito y coleando.





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