10 marzo 2008

Lo útil

Comentaba Javier Cercas hace unos meses en su artículo semanal de EPS, lo curiosamente denigrado que está el concepto de “voto útil” y cómo, en la mayoría de los casos, se lo suele tratar como un efecto perverso de la mecánica electoral, que fuerza la acumulación de votos en unas pocas candidaturas, hundiendo otras que quizá tendrían también mucho que aportar. Razonaba el bueno de Cercas, que a él por el contrario, tal cosa no le parecía nada del otro mundo, ya que en el fondo el concepto de “voto útil” no deja de ser un pleonasmo, pues ¿qué otra cosa podemos desear de un voto sino que nos sea útil? Así el sentido profundo de un voto “útil” vendría a ser, más que el deseo de que gane la candidatura que tú votas, el anhelo de que no gane la que detestas.

Y al hilo de esta reflexión, no puedo tampoco dejar de acordarme de otro artículo del EPS, esta vez de Javier Marías, hace un par de semanas, que se mostraba asombrado de que en una de las múltiples encuestas preelectorales de aquellos días, se hacía la siguiente pregunta: “¿A qué partido no votaría usted nunca?” Y resultaba claro “ganador” el PP casi con un 40% de las respuestas frente a un 14% del PSOE. Se escandalizaba Marías de que, ante un resultado así, los dirigentes de tal partido no se echaran las manos a la cabeza, pues no se trataba de una condena puntual, o circunstancial, sino de un rechazo tan visceral que los encuestados declaraban que no le votarían “nunca”, pasase lo que pasase. ¡Ahí es nada! Aunque el propio Marías hacía tema de su artículo el hecho de que la mayoría de los “nunca”, que pronunciamos en nuestra vida, suelen ser mas retóricos que reales, no dejaba de pensar yo en esta noche electoral, que en ese cupo de “antivotantes” de este o aquel partido, se encuentra la principal cantera del voto útil. Y es que, en el fondo, siempre nos es más fácil identificar con sinceridad lo que detestamos que lo que deseamos, ya que esto suele ser algo amplio, difuso y cambiante, mientas que de lo primero solemos tener una más firme y mejor opinión.

Recordaba esos artículos casi clarividentes y las reflexiones que en su día me provocaron, según iban desgranándose los resultados de una jornada, en la que resulta palmario y manifiesto que el voto útil había sido llevado al paroxismo, hasta formar ese famoso “tsunami” de Gaspar Llamazares que, como primera consecuencia, se lo ha llevado por delante a él y a buena parte de su formación política. Y lo recordaba porque pese a lo que diga Cercas el voto útil, como el mío de esta vez, y tantas otras anteriores, siempre me produce una íntima desazón, una insatisfacción difusa. A pesar de que pueda suceder, como ahora, que el resultado en general, concuerde con mis expectativas “utilitaristas”, me deja con el regusto de que no he hecho lo que de verdad deseaba, o lo que realmente debía hacer, lo cual como todos mis improbables lectores sabrán, es una de las sensaciones más desagradables con las que uno pueda irse a la cama.

No. No me gustan los bipartidismos; creo que son perniciosos para la vida política y empobrecedores para la sociedad en general. Algo así como pueda serlo la biodiversidad para la naturaleza, y además exactamente por el mismo motivo: si en una de estas, las cosas vienen mal dadas, nos cae un meteorito, y nadie es capaz de dar con la respuesta de supervivencia, ¿a dónde iremos a buscar soluciones alternativas? No es que sea yo defensor de un sistema “a la italiana” en el que la atomización partidista de las instituciones las hace ingobernables y por tanto proclives a toda suerte de mafias, pero es que esta hosca bipolarización de la política a muchas personas de mi generación nos levanta los pitorros de alarma: demasiadas similitudes semánticas e ideológicas con aquellas tristemente celebres “dos Españas” que ya creíamos (¡bendita inocencia de la juventud…!) muertas y enterradas.

Poco a poco, vemos con tristeza como se agosta el campo fértil en ideas del pluralismo político de la transición, para quedar reducido a un secarral en el que continuamente se repiten hasta la saciedad dos discursos siempre idénticos a sí mismos (hasta el propio doble debate electoral televisivo parecía una burla por su idéntica repetición) y llegamos al extremo de que se reproche el diálogo o la negociación política como si de vergonzosas actividades se tratara, o se denigre el hecho de ceder en las propias posiciones como si tal cosa fuera una infamia indigna del “honor patrio”. Se nos olvida que el consenso, la negociación, el mutuo abandono de intransigencias, fue el alma de la transición y lo que nos salvó (¡por una vez en la historia…!) de una debacle anunciada.

¡Y para colmo de males, el único partido que aparece nuevo en el panorama, es anunciado a bombo y platillo por sus líderes como un partido anti-algo en lugar de pro-algo, como habría de ser para considerarlo un rayito de esperanza..! En fin… que me da la impresión que no vamos a ver, al menos en esta legislatura, nada muy interesante, ni muy ameno en el debate político que se aleje de dos loros repitiendo ciegamente el mismo discurso una y otra vez. ¡Dichosos (políticamente) los que vivís en Madrid o Barcelona ya que al menos os libráis, en parte, de la tiranía del “voto útil” (o más bien de la del “voto inútil”) y podéis dedicarlo a promocionar aquellas opciones que mas os convenzan de verdad! Como decía en sus debates el señor ZP: “Adiós y ¡suerte!”. Lo cual oído decir de un candidato hacia sus electores (aunque sea el tuyo por reducción al absurdo) , no deja de ponerle a uno los pelos como escarpias…

1 comentario:

mery dijo...

Voto util = a partido politico